Ciudad escondida que lates sin cesar y contemplas al mundo, desde abajo.
Nuestros cuerpos te recorren y se pierden en tus noches.
Tus venas subterráneas son oscuras y tus misteriosos túneles recorren tu interior.
Tus calles son laberintos. Y en ellos nos chocamos y nos encontramos, sin conocernos, sin buscarnos. A la vuelta de cada esquina, debajo de cada puente y subiendo cada escalera…
En la vorágine de todos los días,
en este mundo de lo instantáneo, de la velocidad,
quiero pensarte,
quiero mirarte,
quiero detenerme a contemplarte.
Hoy, que la vida transcurre a mayor velocidad y en donde todo explota con mayor facilidad y rapidez,
quiero detenerme a contemplarte.
Porque en tus calles puedo verme.
Porque en tus calles puedo reconocerme.
Porque en tus calles está nuestra historia y nuestra identidad.
Como en el país del sueño de Poe y la ciudad sin sueño de García Lorca, animales salvajes nos persiguen y nos pellizcan para recordarnos que estamos despiertos.
Y esa punta, esbelta y erguida, que emerge con soberbia desde las profundidades, pertenece al unicornio mágico que yace dormido debajo de esta ciudad…
Ciudad escondida que aún no has dejado de latir y sigues contemplando al mundo, desde abajo.
Ciudad secreta, ya eres parte del mundo.
Juan Pablo Temelini (2008)