No entiendo por qué siempre pasa lo mismo, se corta la luz y uno nunca tiene velas a mano, ni hablar de una linterna, ni siquiera aquellas “pseudo linternas”, sí, esas que se consiguen en cualquier viaje en subte o en colectivo a tan sólo dos o cinco pesos como mucho. Qué diablos me habré llevado por delante, no lo sé, sólo sentí algo mullido tocando mis piernas, y siempre tengo que levantarme para ir al baño por la madrugada, qué molesta costumbre me dice siempre Ezequiel. Debí haberlo despertado, pero, ¿para qué?, para decirle que otra vez cortaron la luz, no, mejor dejarlo dormir. A él no le gusta que lo despierten en la madrugada, siempre que lo hago se molesta y está irritado, bueno, siempre está irritado y además me gritaría por no haber comprado velas o no tener una dichosa linterna, o peor aún, me culparía por el corte de luz.
Ay, Dios, cómo es que no encuentro el baño, ¿acaso no conozco mí propia casa?, pero ¿por qué estará tan oscuro?, debe de haber sido un gran apagón, de lo contrario habría algún pequeño reflejo, por algún lugar. ¡¡¡Diablos, maldita sea!!! Me caí, pero… ¿sobre qué?, parece ser algo mojado, no, no otra vez, Niki, Niki lo hizo de nuevo en la casa, pero si lo llevé a la calle antes de dormir, maldito perro, por qué justo ahora. Me cuesta levantarme y ya a esta altura realmente me olvidé de que lo que quería era ir al baño. Estaba tan cómoda durmiendo en mi cama, abrazada a Ezequiel mientras soñaba nuestro viaje a Cataratas en el auto, por la ruta, qué hermoso, Niki asomando su loca cabeza de león por la ventanilla, jadeando por el calor, Ezequiel manejando, claro, nunca deja que yo lo haga, cuida a su auto más que a su vida, lo quiere más que a su hijo, si lo tuviera, si lo tuviéramos. Qué hermoso, el cielo está tan despejado y el viento que entra en el auto se siente tan fresco a pesar del calor, y Ezequiel, Ezequiel está tan bello, tan sonriente como pocas veces, pero pronto el cielo comienza a tornarse gris, la ruta se hace más solitaria y yo, como siempre, queriendo detenerme para ir al baño. Teníamos que encontrar una parada pero no había ninguna cerca, hasta que encontramos una y fue justo ahí cuando me desperté, justo cuando estaba por satisfacer mis tan ansiadas ganas. Y desperté, sólo para saber que me estaba muriendo por ir al baño, pero de verdad. ¡Dios!, odio cuando me pasa eso. En fin, creo que ya estoy llegando, y no sé cómo diablos voy a hacer para satisfacer mis terribles deseos de hacer pis porque la oscuridad es total y hasta nefasta.
No sé qué es, pero ocurre algo extraño, pareciera como si una pequeña luz estuviera penetrando en el cuarto de baño y se va haciendo cada vez más intensa, pero no logro comprender, ¿estará volviendo la luz?, pero por qué todo parece tan raro; y… ¿qué hacen esos hombres hablándome, gritándome?, por lo menos, eso es lo que veo porque no los escucho. Qué diablos sucede y por qué están en mi baño.
Poco a poco la voz se hace audible:
-¿puede oírnos, puede oírnos?, por favor no se duerma, tranquila, ya estamos acá, no tema.
Pero, ¿quiénes?... ¿cómo? Y ahora abro bien los ojos, sólo para comprender, para comprender lo más horroroso. Estoy manchada de sangre, todo es un río, un río de sangre. Niki a mi lado, empapado, sin su jadeo ya, ni su linda cabellera volando al viento, y más allá, Ezequiel con la cabeza destrozada, destrozada, y sin vida, sin vida, y yo que me voy en una fría ambulancia sola, tan sola….